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Andrea Jeftanovic 1970- “Sara y yo nos hemos exiliado del mundo real. Hemos creado otra realidad entre líneas. Al encontrarnos nos aislamos del resto, de las noticias internacionales. Inventamos una globalización íntima. Todo lo que ocurre aquí, ocurre allá. Pero quién cede, quién viaja...” |
Mi autora para hoy es escritora, académica y crítica teatral. Sus obras exploran con belleza e inteligencia escenarios de trauma, enfermedad y memoria. Se trata de Andrea Jeftanovic (Chile, 1970).
Andrea Jeftanovic ha publicado las novelas Escenario de Guerra y Geografía de lengua, el libro de relatos No aceptes caramelos de extraños y el libro de crónicas Destinos errantes.
Además, ha publicado el libro de ensayos Escribir desde el trapecio, un libro de conversaciones con la dramaturga Isidora Aguirre y un libro académico en el que explora la representación de la infancia en la literatura iberoamericana contemporánea.
Jeftanovic explora con profundidad en la memoria, el cuerpo, la infancia, las relaciones familiares y amorosas en contextos de trauma o enfermedad. Ya sea en una familia llena de secretos, en el amor entre dos extranjeros o en la literatura sobre la que reflexiona con agudeza.
Mi libro favorito de ella es Geografía de la lengua, su segunda novela. Cuenta la historia de Álex y Sara, dos extraños, dos extranjeros, que se conocen en un aeropuerto el día del atentado a las Torres Gemelas.
El trasfondo del terrorismo (el 11 de septiembre norteamericano, los atentados en Madrid o Londres) y la violencia extrema, se vuelven presencias que, desde el comienzo, atentan con permear o penetrar del todo la intimidad que se establece entre estos personajes.
Las ramificaciones del terror son muchas: se manifiestan en la subida del precio del petróleo, en los mensajes en las noticias, en las medidas de seguridad de los aeropuertos. El terror también se vuelve íntimo, se vuelve enfermedad incurable y palabras dichas sin querer.
Aquí el título es preciso. Geografía de la lengua evoca a la vez la geografía de un idioma, de un atisbo de comunicación, y la geografía de un cuerpo, de un órgano, de un deseo. Los amantes de la novela se aman en lenguas extranjeras, que los delatan, que los vuelven vulnerables.
Sara comenta: “Álex usa con frecuencia las expresiones no obstante, dado que, en efecto, en consecuencia; incapaz de saltar de una frase a otra sin transiciones. Habla como si estuviera enojado, apoyado en palabras ortopédicas” (38).
Al mismo tiempo, la geografía (bajo constante vigilancia producto de la presencia amarga del terror(ismo)) ofrece nuevas posibilidades de encuentro, y las fronteras se desmenuzan en los espacios íntimos y mínimos de las habitaciones de hotel.
Álex afirma: “Sara y yo nos hemos exiliado del mundo real. Hemos creado otra realidad entre líneas. Al encontrarnos nos aislamos del resto, de las noticias internacionales. Inventamos una globalización íntima. Todo lo que ocurre aquí, ocurre allá. Pero quién cede, quién viaja...”
En esta historia también están presentes las fronteras de la memoria. Jeftanovic, en esta novela, nuevamente da atisbos de una poética del trauma o la memoria traumática, sus relaciones con el espacio y la infancia.
Si en Escenario de guerra, el espacio del teatro con su tensión entre inmovilidad e improvisación echaba luces sobre la realidad de la infancia, la memoria traumática que se hereda (y que la niña protagonista cargaba sobre sus hombros) y la inminencia de la repetición…
©️ Foto encontrada en: https://andreajeftanovic.com/biografia/
Café Chéjov: Andrea Jeftanovic
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