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Fernanda Trías
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Hay libros conmovedores, que te desarman un poco, que se quedan sobrevolando la memoria. Es el caso de la novela La ciudad invencible, de la escritora de quien quiero hablarles hoy: Fernanda Trías (Uruguay, 1976)
Fernanda Trías ha publicado maravillosas novelas y libros de cuentos en editoriales de diferentes países. Así, tenemos La azotea, No soñarás flores o la ya mencionada La ciudad invencible, que es en la que quiero detenerme
Hay algo que tiene esta novela que parece obvio pero que no es tan fácil de encontrar en la realidad: un/a narrador/a al/ la que seguiríamos a todas partes. Una voz que va articulando una peculiar coreografía de la memoria.
Así comienza la novela: “Ya no es mi cumpleaños. Las primeras horas de la nueva edad se deshacen, caen como la lluvia de papel picado que ahora tiro por la ventana.”
La narradora es uruguaya pero está en Buenos Aires, la ciudad de su abuela (“Cuatro mudanzas, una separación, una muerte. Así me recibió la ciudad de mi abuela.”). Allí tiene una historia de amor terrible con alguien a quien ella apoda la Rata y que quiere que abandone la ciudad.
Buenos Aires se convierte en la ciudad del miedo (“…el miedo era esa costra negra que se acumula entre los azulejos del baño, era la mugre endurecida dentro de mí, mis propias articulaciones, de modo que no podía vivir sin él, pero anquilosada como estaba, tampoco podía moverme”)
Buenos Aires es también la ciudad donde se entera de la muerte de su padre. (“Cuando tomamos Corrientes estoy segura de que nunca volveré a esta ciudad, porque cuando regrese habré visto el cuerpo de mi padre sin vida y ya no seré yo sino otra quien regrese a Buenos Aires.”)
Y la protagonista decide habitar la ciudad a su manera, definiendo lugares prohibidos y zonas bondadosas porque, como dice en un momento: “Estar en Buenos Aires era mi forma de resistencia; debía conquistar esta geografía, encontrar mis propias razones para irme o para quedarme.”
Hay quienes dicen que hay tantas versiones de una ciudad como personas que la habitan. En esta novela, la ciudad es un mapa de afectos, de momentos, de decisiones. De caídas por las escaleras, de viajes en taxi, de caminatas por calles tranquilas.
“Todo coexiste. La cronología es artificial, solo determinada por la emoción. Cuando resbalé por la escalera del bar, incluso antes(...)ya estaba resbalando por la escalera de La Boca – las mismas botas, los mismos escalones de madera gastada – el día en que mi padre murió.”
Buenos Aires son los amigos que la ayudan y aconsejan (como Marita, su amiga puertorriqueña y con una pierna falsa, con la que se dedican a espiar las azoteas de los demás, o Ariel que “siempre huele como si acabara de salir de la pileta. Como si acabara de rescatar a alguien…”
Y, entre los chispazos de esta ciudad aparecen de pronto esas reflexiones que llegan como un mazazo: “No sé cómo se cierra un círculo. Ojalá fuera tan fácil como anudar las dos puntas de una cuerda (pero cuánto tardé, de niña, en aprender a hacer un nudo).”
Para más adelante agregar: “¿Por qué se habla de cerrar círculos o etapas como quien cierra un frasco de mermelada? Estamos abiertos; todo sigue abierto, en perpetuo riesgo de infección.”
©️ Foto encontrada en: https://facartes.uniandes.edu.co/miembro/fernanda-trias/